La democracia no puede permitirse código intocable alguno, porque anularía su espíritu crítico, Carlos Fuentes.
Lcdo. Abogado José Vilasuso Rivero.- Ahondando por rescoldos de mi memoria escasos países latinoamericanos pueden interesarme y doler hoy tanto como esa noble República Centroamericana, la República de Honduras. Hasta el momento no he podido desprenderme de la computadora trasmisora de los acontecimientos en Comayagüela o San Pedro Sula, dado el interés que acuciosos problemas como los vigentes en El Salvador tan querido país guanaco, y o Nicaragua tierra de Pánfilo Barrilete, acaparan la atención de una audiencia incalculable asiduamente pegada a los medios. Pero insisto, no puedo apartarme de los amigos catrachos.
En este instante el auge criminal merece concentrar altamente la atención de la señora presidenta doña Xiomara Castro de Zelaya. En principio la acuerpamos, otra postura no cabe, mano dura contra el crimen es eco de política lamentable aunque imprescindible cuando la delincuencia se desborda. Ni el mal es de estreno, ni sus soluciones noveles. Sin embargo, en la dichosa brega, poseemos motivos sobrantes para alertar y llamar a la opinión nacional e internacional sin reservas al respecto. La mano dura como tal de simple no es la medicina idónea ante el auge criminal. En el vecino El Salvador pongo en cancha, se ha caído en la misma trampa, basta revisar los espectáculos dantescos del ergástulo guanaco para rememorar aquellos galeotes franceses en tiempos del cardenal Richelieu, interminables hileras de infelices remando al retumbe implacable del tambor, cuya única esperanza se cifraba en la muerte.
¡Alto ahí! pero Richelieu era un gobernante de su tiempo. Los condenados a galera fueron víctimas de una época, amén de aquel régimen carcelario brutal, inhumano, y extensivo del operativo marítimo indispensador de los remeros, sucedáneos de las velas. Hoy no se puede hablar de nada vinculado; por el contrario en EL Salvador las imágenes acabadas de remitirnos procedentes de sus cárceles, no mienten. Basta tomarse el cuidado de revisar archivos o conseguir una copia vetusta de aquel inolvidable filme de Maurice Cloche, Monsieur Vincent protagonizado por el no menos inolvidable Pierre Fresney, para confirmar las coincidencias espeluznantes. Si bien, resaltan agentes indesprendibles a la hora de sus comparaciones; por parejo en aquéllos tiempos, siglo XVII, poco se sabía de derechos humanos, excepto los principios católicos. De ahí que Richelieu encargara a Vicente de Paúl con miras a, “que humanice usted esa barbarie atosigante de mI conciencia cristiana, haga lo que pueda” recomienda el Cardenal sin saber a ciencia cierta lo que se pueda constatar como viable. Algo similar; recién procedente de El Salvador no he recibido noticias alentadoras.
Un corte en nuestros días pone al descubierto las semejanzas; seres humanos enfilados como rebaño, lomo doblado, semidesnudos, permanentemente de espaldas, pendientes a las órdenes de carceleros tan implacables, crueles e insensibles como sus predecesores del siglo XVII. Las instantáneas no mienten, ¿puras coincidencias? Admitamos que sí. Aunque no creo que el señor Bukele sepa ni le quite el sueño la Francia de Richelieu, menos un filme sellado por Maurice Cloche.
Renovado corte de cinta al celuloide y de regreso a Honduras. Confirmadas las declaraciones y expresión de su rostro, la señora presidenta anuncia lo sabido, mano dura al crimen. Es decir procederá drásticamente a reprimirlo, viene a cuenta cuándo serios portavoces de derechos humanos internacionales, doña Isabel Albadalejo a nombre de Naciones Unidas, hacen extensiva su preocupación, a la que definitivamente me uno. ¡Quid del entuerto! Cuidado si el remedio sea peor que la enfermedad, reza un antiguo adagio español. La criminalidad tema manido y continuamente revisado académicamente en las democracias más avanzadas de Occidente. Si el actual gobierno hondureño se orientara ideológicamente en consonancia con las escuelas de América Latina, Europa Occidental y Central, y para más detalles le sugerimos Puerto Rico, Costa Rica o cualesquiera otro integrado a ese mundo del que Honduras tristemente se nos aleja, para embarazarse en su compromiso con China continental. Ante ello, de nuestra parte, téngase en una cuenta laaaarga que, no abrigaríamos causal de alarma; simples intereses comerciales. A cuyo pesar, la desconfianza maniatada a sus encajes se fundamenta, empoza y entronca en la orientación doctrinal elegida desafiantemente por la familia Zelaya Castro al romper con Taiwan democracia ejemplar, a toda prueba, para atornillarse hasta lo desconocido con un régimen totalitario, diseñador de esa política amenazante, guerrera, contra Taiwan; sin excluir al capitalismo salvaje fiduciario de la explotación del hombre por el hombre, según Carlos Marx, y bandera de lucha para la clase trabajadora continental desde tiempos de la IC Internacional Comunista, y el camarada Dimitri Manuilsky; no obstante y a contrapelo profesado hoy ¡Oh ironía! rigurosa, obstinada, retardatariamente por La República Popular China.
Añadido a su expresivo señor Ministro de Exterior, don Eduardo Enrique Reina García “real y verdadero descubridor de los sensacionales adelantos y servicios logrados “gratuitamente” y obsequiados por la medicina mejor del mundo, la medicina revolucionaria de Cuba” citado por alguien alejado de mi memoria, componentes que, en términos escuetos no alientan esperanza liliputiense por dimipulgareña, para la patria del general Francisco Morazán y don José Cecilio del Valle. Al menos a la vista. Temática por supuesto requerida de otros, manidos, renovados y plurales enfoques.
Entre tanto. En refuerzo de todo lo anterior.
La familia Castro Zelaya profesa esa posición bastante, harto conocida desde el pasado siglo; mejor expuesto, profesada desde sus orígenes, a la que Vladimir Ilitch Ulianov, Lenin, llamó la caricatura del “tonto útil” Salvador Allende, Hugo Chávez, Francia Márquez Mina, Gustavo Petro, Rafael Correa aunque al presente recibo indicios de blanda madurez en el antaño primer ejecutivo ecuatoriano; una u otra cosa el listado monótono por repetitivo y baboso es extenso, muy extenso, excesivo. Nuestra América Latina políticamente no ha asimilado a gusto los frutos, jugos, y experiencias convenientes, requeridos y ofrecidos en bandeja de plata, luego de las transformaciones históricas del año 1989, revolución de terciopelo. (en espasmódicas proporciones, se sigue esperanzado en la guerra de guerrillas inspirada por el Che Guevara.) Desde luego, los descollantes éxitos y desarrollo de la alta tecnología no menos constituyen un agente = valladar obstruccionador del humanismo holístico que, a sabiendas o lo contrario, a la par y a partir de los años cincuenta, venía desenvolviéndose desde Anáhuac hasta Patagonia. Me concreto a los gobiernos, intelectualidad, y dirigentes progresistas, inspiradores, democráticos al corte y estilo de Pepe Figueres, Oscar Arias, Rómulo Gallegos, Rómulo Betancourt, Víctor Raúl Haya de la Torre, José Napoleón Duarte, Elizardo Sánchez Santa Cruz, Fernando Henrique Cardozo, Juan José Arévalo y la lista interminable de ejecutivos chilenos: Sebastián Piñera, extensiva hasta hoy con el joven y muy prometedor don Gabriel Boric, sin desdoro de otro gallardo demócrata fiel a la tradición de Batlle y Ordoñez en Uruguay, don Enrique Lacalle Pou. Deseo con esto enfatizar cómo elementos humanos, inteligentes, y directivos duchos no sobreabundan en un subcontinente cuya población rebasa mis cálculos a estas horas. A cambio y a su pesar, lo fáctico a la muñeca alienta suficientemente para considerar cómo, de haberse seguido, estudiado, y tomando nota seria y consciente fraguada en los acontecimientos mundiales luego de la caída del muro berlinés, América Latina tuvo y aun posee en sus diestra y siniestra, elementos de estimable connotación, recursos sobresalientes, financiamiento, consejería, experiencias acumuladas constituyentes de verdadero éxito, modernidad y forjadores estables de un mundo con sus defectos y errores, injusticias vergonzosas, desigualdades y horrores, pero indiscutiblemente bien o lo contrario, deviene en lo mejorcito viable que, hasta ahora conocemos.
Como decía sir Wynston Espencer Churchill cito “la democracia es un mal sistema, pero el resto es peor.” Termino la cita. De lo contrario ¿Quién?
Prefiero pues hablar de Estados Unidos, Canada, Holanda, Alemania, Italia, Gran Bretaña, Suecia, Suiza, Francia, Portugal, La España de Felipe González, hoy saludada en la personalidad discreta de su actual presidente don Pedro Sánchez. Japón, Taiwan, Corea del Sur, Nueva Zelandia, Hong Kong, Malasia, Singapur, e incontables gobiernos, corporaciones, sociedades, pueblos, sindicatos, iglesias, pensadores, publicistas y figuras que no poco han logrado para sus prósperos, modernos, cultos y fundamentalmente históricos y maduros países. Alguien lo instituyó, cito. No hay sustituto para la democracia, termino la cita y cierro el párrafo.
Nada que el totalitarismo consiga en sus esencias es imposible para la democracia; por el contrario, nada de lo esencial para la democracia es posible para el totalitarismo.
Pasando nuevamente la página. Colisionamos con el inicio del nuevo milenio, Mel Zelaya presidente de Honduras pretendió un autogolpe de estado en cuyo colofón de incontables, vericuetos, forcejeos y vaivienes la libertad política logró restablecerse en Tegucigalpa; alargando en ruta con los acostumbrados procesos regionales donde las familias reconocidas, juzgan, rigen y disponen de los destinos nacionales por entero, en absoluto, y por antonomasia, apartando, despojando arroyando las inmensas, colosales mayorías de pauperados, marginados, indigentes, desempleados o insignificantes clases medias quienes poco o nada significan a la hora de contar los votos. Democracias para unos cuántos, privilegiados por cierto, los Zelaya provienen de un linaje calculado en trescientos años, y el resto de los ciudadanos a vender el mazo de plátanos por la calle y si al anochecer no los vendes, te los comes, buen provecho. Claro que a muy pocos. o a casi nadie le importó que entre tanto y bambalinas, Mel Zelaya reincidiera con sus planes en estrecha cooperación con el gobierno habanero, e injerencia fuera de dudas por parte de las embajadas cubano venezolana; la presencia de Nicolás Maduro en Tegucigalpa a la sazón, se había hecho notar en los instantes decisivos de la contienda civil acaparadora de la atención mundial por aquellos primeros días del milenio. Pero Mel Zelaya no cejó, político de oficio, cujeado, alma perseverante, conocía su pueblo, su historia, la historia regional, la indiferencia monumental de la democracia antes, después, e inalterable e intocable hasta hoy: le abrió vereda amplia, cómoda, segura, garantizada para consolidar los lazos en agenda con sus numerosos contactos; agentes totalitarios dirigidos desde Cuba, Venezuela, y afines internacionales. No es pues motivo de susto cuando, reaparece Mel Zelaya uno de los grandes terratenientes de Olancho, del brazo de su señora esposa, cubierto con el legendario sombrero típico catracho.
A todas éstas, es que traigo a colación la incertidumbre anexa a las consecuencias de la mano dura contra tal crimen, anunciada por la presidenta hondureña; sin descartar sus más recientes explicaciones en contrario, fielmente las escucho. En otras palabras ¿podrá doña Xiomara Castro tener presente la imagen de San Vicente de Paul sabia y compasiva con los galeotes, y en su lugar los derechos de los trabajadores hondureños conforme a los dictados de la AFL – CIO? ¿Qué le aconsejan los chinos, qué le transmiten desde La Habana?
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