“La fuerza real de una economía moderna es una masa crítica de gente instruida. Los fundamentos del desarrollo económico son la educación y la competencia, más que la inversión del capital.” Peter Drucker.
Roberto L. Capote Castillo.- La política educacional en los inicios de la Revolución prometía una visión positiva para el futuro desarrollo de la economía. La posibilidad de estudiar gratuitamente, con beca incluida para los que vivían en ciudades lejanas de los centros de estudios, comenzó convenientemente. De esta forma cada año aumentaba la graduación de técnicos y universitarios, cuya formación, desde el punto de vista académico, se catalogaba de buena pues se mantenían los programas de estudios existentes antes de la revolución con altas exigencias docentes de los profesores.
Sin embargo, una vez más, la ideología se interpuso en otra de las “buenas intenciones”. Con el transcurso del tiempo el currículo de asignaturas fue “complementándose” en las diferentes enseñanzas, abarcando las técnicas y universitarias, añadiendo la filosofía marxista-leninista, la economía política, el movimiento obrero, la defensa y otras. A lo anterior se sumaron campañas de “limpieza ideológica” primero hacia los profesores (años sesenta) y después al alumnado universitario (a partir fundamentalmente de la década de los setenta), en una cruzada denominada “proceso de radicalización de la enseñanza universitaria”. En estas contiendas, alumnos con alto rendimiento académico, fueron “expulsados” por sus compañeros de curso, en asambleas evidentemente preparadas, alegando que su ideología no era compatible con sus principios. En la universidad donde estudié había un letrero enunciando: “La universidad es para los revolucionarios”. Una vez más el fanatismo comunista malogra su proclamada igualdad de los ciudadanos.
Otro aspecto que frustró la graduación de profesionales y la pérdida de experimentados profesores fue la militarización de las instituciones escolares, de nivel medio y superior, transformadas en unidades militares para su participación en la defensa del país. En los tecnológicos militares el caso fue más dramático pues los alumnos eran considerados soldados con derecho a estudiar vistiendo el uniforme de recluta, se produjeron abusos inconcebibles, llegando al encarcelamiento de algunos estudiantes por deserciones o agresiones a los oficiales, provocadas por las arbitrariedades cometidas contra los soldados-estudiantes. Por suerte para los que éramos becarios en aquella convulsa época, la militarización de los institutos y universidades fue eliminada, según tengo entendido, por la advertencia al gobierno sobre la posible suspensión de toda la ayuda que recibía de los organismos de la ONU y otros países para la educación.
Las autoridades castro-comunistas siempre han apelado a la disciplina militar para maximizar los resultados de cualquier organización civil, a pesar de los adversos resultados obtenidos en las experimentaciones realizadas. Esta tendencia se extrapoló a la economía con la designación de militares de alta jerarquía para los cargos de ministros, directores y dirigentes en los principales ministerios que la conforman. Basados en esta creencia constituyeron el holding GAESA para controlar, robar y especular con la divisa que ingresa al país.
El sistema educacional fue concebido como un instrumento de adoctrinamiento para las nuevas generaciones. La preponderancia de asignaturas con este objetivo y la valoración del desempeño de los estudiantes por medio de la denominada “integralidad”, dan fe de lo anterior. Esto significa que el estudiante además de esforzarse por sus estudios debe tener una destacada participación en las actividades de carácter político e ideológico a las que fuera convocado. El otorgamiento de las carreras de nivel medio y superior, durante años, solamente tenía en cuenta el rendimiento académico de los alumnos, sin embargo, esta situación fue eclipsada por la juventud comunista para que se les exigiera, además, la participación en las actividades políticas programadas, por ejemplo, la escuela al campo, guardia estudiantil, trabajos voluntarios, incorporación a las milicias estudiantiles u otras similares. La realidad demostró que los más “revolucionarios” e “integrales” no siempre eran los más inteligentes. Este escenario posibilitó que los mediocres, en los estudios, tuvieran ventajas sobre los más inteligentes. Se suponía que los estudiantes integrales, una vez graduados, serían incondicionales al régimen lográndose, de esta forma, uno de los principales objetivos del sistema educacional comunista, la formación del “hombre nuevo”. En realidad, se creó el “hombre sumiso”.
La situación anterior fue profetizada por Albert Einstein en su libro “Mis Creencias”:
“A veces sólo se ve a la escuela como instrumento para transmitir el máximo de conocimientos a la generación presente. Pero esto no es exacto. El conocimiento está muerto; la escuela, en cambio, sirve a los vivos. Deberían cultivarse en los individuos jóvenes cualidades y aptitudes valiosas para el bien común. Más ello no significa que haya que destruir la individualidad y que el individuo se convierta en simple instrumento de la comunidad, como una abeja o una hormiga. Una comunidad de individuos moldeados con el mismo patrón, sin originalidad ni objetivos propios sería una sociedad empobrecida sin posibilidades de evolución. El objetivo ha de ser, al contrario, formar individuos que actúen y piensen con independencia y que consideren, no obstante, su interés vital más importante el servicio a la comunidad”.
La economía cubana se ha empobrecido a niveles nunca antes vistos, pero también la sociedad se ha inmovilizado, sin posibilidades de evolución, se encuentra en un proceso de involución irreversible. Por ese camino se puede concluir, según el genial sabio, que en Cuba el castro-comunismo con su adoctrinamiento solamente ha logrado que “el individuo se convierte en simple instrumento de la comunidad, como una abeja o una hormiga”. No es objetivo del sistema educacional formar individuos con actuación y pensamiento independiente, al contrario, siempre los han adoctrinado para que renuncien a sus intereses y pensamientos individuales priorizando los del comunismo, que la realidad ha demostrado que se contraponen al bienestar de la familia. Por este camino solamente han logrado una sociedad sin valores, lo cual ha sido reconocido por las máximas autoridades castro-comunistas en algunas de sus habituales campañas.
Durante años los profesionales universitarios se clasificaban laboralmente como “reserva de cuadro”, lo cual se interpretaba como que serían los futuros directivos. Esta designación conllevaba la atención por el departamento de recursos humanos, en lo concerniente al servicio social y el adiestramiento. Concluida la etapa anterior era atendido por el jefe o especialista de cuadros de la empresa, quien debía responsabilizarse por el “desarrollo de su carrera”, asignándole tareas para su formación mediante su participación en cursos de postgrado y otras acciones. Este plan de desarrollo priorizó las de tipo ideológico con el objetivo de convertir al profesional en un comunista activo incorporado a la Juventud (UJC) o al Partido (PCC) según su edad.
Para la correcta atención del trabajo de los profesionales Peter Drucker expresó: “...es lógica falsa dividir a la sociedad industrial en gerentes y mano de obra, y suponer que quien no sea gerente debe ser obrero o viceversa”. Además, añadió: “...Es igualmente esencial comprender, en segundo término, que el empleado profesional representa a un grupo distinto que, aunque participa de las características del gerente tanto como las del obrero, tiene rasgos propios. Porque sólo si comprendemos qué es el empleado profesional podremos organizar su tarea con propiedad y dirigirlo en forma adecuada”.
El estilo autoritario de los dirigentes gubernamentales y empresariales les impide comprender la labor de los profesionales. Cuando se les solicita sus opiniones para decisiones técnicas, por lo general no son aceptadas excepto cuando coinciden con las del jefe. Esto también se manifestó en ministros que fueron defenestrados porque se enfrentaron a las locuras improvisadas, sin fundamentos técnicos, por el desaparecido e incompetente soñador, Fidel Castro. Ejemplos representativos, entre otros, fueron los ministros del azúcar y agricultura quienes se opusieron a sus alocadas ideas de la zafra de los diez millones que destruyó la economía y el cambio de la raza ganadera en busca del Holstein tropical que diezmó la ganadería cubana. Inmediatamente fueron destituidos, aunque sus sustitutos tampoco lo lograron.
Lenin fue un admirador de Henry Ford el famoso empresario norteamericano quien, en sus inicios, estaba convencido de que podía desempeñarse sin gerentes mediante la aplicación de una dictadura personal para dirigir su compañía, sin embargo, le daba máxima importancia a los técnicos a los que les pagaba generosamente. Aún con su convencimiento de poder mantener el éxito de su empresa de esta forma, al final no le salvó de llevarla al fracaso que luego tuvieron que rectificar. Los directores de las empresas, al igual que Ford, están convencidos de poder desempeñarse sin directivos, pero tampoco les dan importancia a los profesionales que, por lo general, ignoran o desaprovechan su capacidad técnica. Una de las tantas estupideces de Lenin expone:
“…toda gran industria mecanizada- es decir, precisamente el origen y la base material, de producción, del socialismo- requiere unidad de voluntad absoluta y rigurosísima que dirija el trabajo común de centenares, miles y decenas de miles de personas. Esta necesidad es evidente desde tres puntos de vista- técnico, económico e histórico-, y cuantos pensaban en el socialismo la han reconocido siempre como una condición para llegar a él. Pero, ¿cómo puede asegurarse la más rigurosa unidad de voluntad? Subordinando la voluntad de miles de hombres a la de uno solo”.
Las erróneas decisiones técnicas o científicas de los gobernantes cubanos en diferentes sectores de la economía, desoyendo el parecer de los profesionales, han causado importantes derroches de recursos materiales, humanos, financieros y su quiebra. Según una expresión popular “los médicos entierran sus errores”, pero en Cuba “los dirigentes castro-comunistas entierran la economía con sus frecuentes errores”. Por todos es conocido el desolador estado al que llevaron sus respectivas economías los líderes comunistas de los países del desaparecido campo socialista por sus megalomanías.
Peter Drucker hizo una interesante reflexión que estimo conveniente exponer:
“¿Y qué distingue al empleado profesional del trabajador no profesional, calificado o no? Primordialmente el hecho de que es un profesional, es decir, que su trabajo, sus normas, sus metas, su visión, las fijan las normas, las metas, la visión de una profesión; que, en otras palabras, se determinan fuera de la empresa. El profesional debe determinar siempre él mismo qué debe ser su trabajo y qué es un buen trabajo. Ni lo que debe hacer ni las normas que debe cumplir se le pueden fijar. Además, el empleado profesional no se puede «supervisar». Se le puede guiar, enseñar, ayudar, igual que se puede guiar, enseñar y ayudar a un gerente. Pero no se lo puede dirigir ni controlar”
La mayoría de los empleados profesionales de las empresas han sido dirigidos y controlados en lo organizativo, administrativo y técnico. A lo anterior se añaden los males derivados del estilo autoritario, aplicado en todas las estructuras de dirección existente, desde los ministerios hasta las empresas, resaltando los males del Taylorismo y aumentando el “inmovilismo” de los conocimientos e iniciativas de los profesionales. En mi experiencia de consultor investigaba y averiguaba con los especialistas que asesoraba sobre sus acciones, por ejemplo, análisis estadísticos de sus procesos, análisis de los costos de calidad o si habían utilizado alguna de las técnicas existentes y siempre respondían: “no me han orientado nada”, lo cual significa que su dirección superior no le habían indicado realizarlo, aun cuando esa debe ser una decisión técnica del empleado profesional y no una directiva. Es igual que preguntarle a un médico si ha recibido orientaciones de cómo actuar ante un enfermo y respondiera que está esperando orientaciones al respecto, por supuesto que el paciente no sobreviviría, pues así le ha ocurrido a la economía socialista cubana.
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(continuará)
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