Mypines "malas" vs "buenas": llegó la hora de cortar cabezas Por Ernesto Pérez Chang Cubanet 22 de julio de 2023
Foto cortesia del autor
La Habana, Cuba.- Si algo se puede deducir del más reciente espectáculo de la Asamblea Nacional es que se aproximan momentos duros para algunos de los “nuevos actores de la economía cubana”.
Ya en un artículo anterior sobre las nuevas tarifas a los boteros advertí de que aquello era apenas el preámbulo de una “ofensiva” mayor. Ahora, oyendo de dónde vienen los tiros, solo falta que a los verdugos se les dé la “orden de combate” para que comiencen a rebanar cabezas. Aunque serán solo las necesarias, para que así queden en el juego, como dueñas absolutas del tablero, esas “mypimes buenas” que huelen más a “empresa estatal socialista” que a “iniciativa privada”.
No han faltado entre los diputados los que piden que corra la sangre ni tampoco los que, sabiendo lo que en verdad se cuece, llaman a la cordura y que no se estigmaticen las “nuevas formas de gestión”, pero sucede que el propio presidente de la Asamblea ha tomado partido en los debates reclamando mano dura y, sobre todo, ¡decomisos!, con lo cual ya es posible visualizar la cacería de brujas que estallará en los días venideros.
Demasiado pronto han decidido hacer borrón y cuenta nueva —luego de estimular la creación de empresas por miles y dar rienda suelta a los precios libres e importaciones— y ahora que tanto el dólar como la moneda nacional no llegan ni por equivocación a los bancos, y se agiganta cada día la tasa de cambio informal de la divisa, doblando los valores del canje oficial, soltarán las jaurías para que incluso el más inocente se lleve su buena mordida en el bolsillo. Y si ayer toparon los precios del transporte privado (y nada grave pasó, ni huelgas ni perretas) en breve lo harán con quienes siempre fueron el principal objetivo: las Mypimes.
Saben que las redadas de inspectores y policías no cambiarán la situación, que la inflación no se detendrá con topes de precios, pero hay que dar el espectáculo de terror que los zombis creados por el sistema reclaman. Y lo hacen porque no se enteran de que la corrupción y los abusos no son generados por unas “mypimes malas” sino por el propio sistema donde participan sí o sí, tal como lo hacemos todos en Cuba, sin que la crisis sea nuestra responsabilidad, al menos de manera directa e individual.
Pero es que tampoco el sistema jamás ha pretendido salvarse definitivamente con unas “mypimes buenas”, depuradas, sino que solo se sirve de ellas por cuestiones de “coyuntura” y, llegado el momento (quizás el próximo periodo de sesiones de la Asamblea, cuando tengan que explicar por qué la vida sigue igual a pesar de la cacería de brujas), les tocará correr la misma suerte que a las “mypimes malas” de hoy.
Porque el punto es que, una vez más, no hay dinero —o mejor dicho, no aparece en las cantidades monstruosas que necesitan los comunistas para sostener un sistema cada día más difícil de sostener— y, como tantas veces ha sucedido en el pasado, saldrán a conseguir el dinero en dónde ya saben que fue acumulado con su propio consentimiento. (Y más de un empresario, sobre todo extranjero, de esos que lograron huir a tiempo, pudiera darles a los ingenuos “emprendedores” de hoy una clase sobre lo fácil y veloz que es pasar de la dicha a la desgracia en Cuba).
Si apenas ayer en la tarde, cuando necesitaron enfrentar la pandemia sin tocar las inversiones en turismo, echaron mano a los ahorros de trabajadores y jubilados con una “tarea ordenamiento” que fue la apoteosis del caos y la perversidad, ¿quién se atreve a decir que, siendo honrado o servil, se logra estar a salvo de las pataletas del “sistema”?
Convengamos, con base en nuestra memoria, y en la mala experiencia de esos miles de hombres y mujeres que por estos días han decidido vender o abandonar sus negocios en la Isla y marcharse para siempre, que en un régimen político dominado por la mediocridad, como el que padecemos los cubanos y cubanas hace más de seis décadas, nadie está a salvo. A nadie le está permitido el derecho de prosperar primero para sí y luego para los demás, si esa prosperidad no repercute antes en la perpetuidad del sistema.
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