La izquierda ha estudiado muy bien la manera de conquistarlos e incorporarlos a sus degradadas filas de seguidores.
Imagen Arriba: Dos activistas del Just Stop Oil, grupo de activismo climático del Reino Unido, cometen acciones vandálicas en la National Gallery, Londres, contra "La Venus del espejo", del famoso pintor español Diego Velázquez.
Doctor Alberto Roteta Dorado.- Santa Cruz de Tenerife. España.- Una obra de arte, al menos del arte verdadero y no de la carroña que algunos consideran arte, es mucho más valiosa que un millón de ecologistas, ambientalistas o como se les quiera llamar. Una vez más los tarados "defensores" de los recursos naturales del planeta se ensañan contra una obra de arte. Los hechos tuvieron lugar el pasado 6 de noviembre de 2023. Esta vez el lugar escogido por Just Stop Oil, grupo de activismo climático del Reino Unido, fue la National Gallery, en Londres, y el flanco mayor fue "La Venus del espejo" (1650), del famoso pintor español Diego Velázquez. Los protagonistas fueron dos jóvenes de 20 y 22 años que, por suerte, se les detuvo de inmediato por causar daños materiales.
Esta obra del autor de "Las meninas" tiene el precedente de otro asalto protagonizado, en 1914, por la sufragista canadiense Mary Richardson, que protestaba por el encarcelamiento de otra feminista en Reino Unido. Los "ecologistas" utilizaron martillos de seguridad para romper cristales, toda vez que dicha obra se encontraba protegida por un material de dicha naturaleza. Según los cabecillas de Just Stop Oil hay vínculos entre el daño anterior ejercido sobre la obra – el realizado por la canadiense Mary Richardson en 1914– y el vandalismo actual.
El Grupo Just Stop Oil se ha caracterizado desde su surgimiento por realizar actos vandálicos contra obras de arte, pero no contra cualquier obra de arte; sino que escogen las obras más representativas de autores famosos. Recordemos sus acciones contra el cuadro "Los girasoles" de Vincent van Gogh, en la misma galería londinense y contra "La maja vestida" y "La maja desnuda" de Francisco de Goya, en el Museo del Prado, Madrid; así como el hecho de verter puré de patatas sobre un cuadro de Claude Monet del Museo Barberini en Potsdam, Alemania, amén de haber lanzado una piedra contra el cristal antibalas de La Gioconda en el Museo del Louvre, París, entre otras acciones.
Imagen Arriba: Dos activistas del grupo "Última Generación" vertieron puré de patatas sobre un cuadro de Claude Monet del Museo Barberini en Potsdam, Alemania.
Recientemente, a finales de enero del presente año, se repitió la historia de la agresión a una de las obras de arte más famosa de todos los tiempos. Me refiero al último ataque de los "protectores del planeta" en el Museo del Louvre a la Gioconda, conocida como la Mona Lisa de Leonardo da Vinci. Se trata de dos activistas del grupo ‘Riposte Alimentaire’ (“Contraataque alimentario”), las que vertieron sopa de calabaza al cristal a prueba de balas que protege la pintura más famosa de Da Vinci. Las delincuentes tenían como objetivo exigir el derecho a una “alimentación sana y sostenible” – el mismo discurso aterrador de todos los grupos y movimientos "progresistas"–.
Ya sabéis que en el presente todos estos grupos de gente rara tienen mucha fuerza. La izquierda se expande por el mundo, cual maligna y desafiante plaga, y para consolidar su estatus utiliza sus "paradigmas" dentro de grupos poblacionales vulnerables, marginados, mal vistos por la sociedad en general, no aceptados, irascibles, con trastornos de su personalidad, malolientes, jipis, etc. De ahí que se armaran de fuertes herramientas, y sobre todo, de un discurso sui generis, aparentemente defensor de dichos grupos – en realidad no les importa para nada el mejoramiento de su condición o status, sino que los utilizan en sus campañas ideológicas–.
Es por esto que vemos a los líderes del mal llamado progresismo junto a estos grupos, de manera muy especial con los colectivos LGTBI, integrados por homosexuales, transexuales, bisexuales, transformistas, etc., amén de "amparar" a los animalistas, ecologistas, ambientalistas, feministas, o cualquier otro ista de los que tanto abundan en estos ridículos tiempos. Todos con el mismo patrón y sello inconfundible. Han salido de la nada, en el pasado o aún en el presente han estado marginados en la sociedad, con frecuencia presentan graves trastornos de su personalidad, tienen conductas agresivas y sobre todas las cosas: unas ganas enormes de sobresalir y destacarse.
Todo esto lo sabe muy bien la gentuza de la izquierda, toda vez que ellos tienen entre sus líderes a determinados personajes con cierta formación académica, los que han estudiado muy bien la manera de conquistarlos e incorporarlos a sus degradadas filas de seguidores. La eterna lucha entre el obrero y el empresario, arquetipo marxista que alcanzó su clímax hacia el final del siglo XIX y primera parte del siglo XX, tuvo que ser cambiado.
Actualmente la mentalidad y las concepciones en el contexto del mundo del trabajo son diferentes. Saben que necesitan trabajar guiados por un empresario que, les guste o no, les proporciona la posibilidad de su sustento mediante el trabajo. El paradigma es otro. Ya no ven en el empresario o dueño de un negocio al "señor explotador" en el que tanto insistió el autor de "El Capital", el hombre vago que pasó su miserable vida sin saber lo que era el trabajo propiamente dicho; aunque desarrolló una interminable teoría basada en las calamidades del proletariado, en la que no faltó el aliento para que se lanzaran a la lucha armada hasta aniquilar al supuesto explotador: el capitalista.
Una nueva modalidad, un tanto distante de la fórmula de Marx, era necesaria en el contexto actual. Nada mejor que acudir a los que en algún momento fueron o siguen siendo marginados, no por el "señor capitalista" de la teoría marxista; sino por la propia sociedad. El surgimiento repentino de todos estos movimientos de LGTBI, ecologistas, ambientalistas, etc. es la expresión de los proyectos diabólicos de la izquierda decadente que no se da por vencida de su irremediable desaparición.
El vandalismo del Grupo Just Stop Oil está sustentado en esas aspiraciones de los fracasados socialistas y comunistas del presente. Llamar la atención cueste lo que cueste, es el modus operandi de esta gentuza, ya sea en la modalidad del vandalismo hacia las grandes obras maestras, ya sea luciendo sus pechos como hacen las feministas en sus manifestaciones, o salir semidesnudos o con ropajes pertenecientes al sexo opuesto, en el caso de los llamados colectivos LGTBI: Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans (transgénero, transexuales y travestis).
Pero así está el mundo. Los ecologistas, que son gente con poder y que cuentan con el apoyo incondicional del "progresismo" europeo, ejercen presión para que los jóvenes delincuentes que atacaron en noviembre a "La Venus del espejo" de Velázquez, y más recientemente a La "Gioconda", de Da Vinci, queden impunes por el daño ocasionado, lo que les dará más fuerza para emprender nuevas acciones delictivas.
Si la justicia hiciera lo que en realidad debe hacer, con mano fuerte y aplicando penas condenatorias significativas, las cosas serían de otra manera. No van a las cárceles, se les pone una multa – seguramente se las paga las organizaciones de izquierda a las que pertenecen– o se les pide que hagan labores sociales que no requieren del mínimo esfuerzo. En el caso de las más recientes vándalas, según reportes de la propia fiscalía francesa, deberán hacer una “contribución ciudadana” en lugar de enfrentar un proceso.
Ellos necesitan de la izquierda para sobresalir en medio de sus frustraciones y sus mediocres vidas. La izquierda comunista los usa como conejillos para sus andanzas; los necesita para sobrevivir en medio de su eterna crisis.
Una obra de arte, al menos del arte verdadero y no de la carroña que algunos consideran arte, es mucho más valiosa que un millón de ecologistas, ambientalistas y otros grupúsculos juntos.
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