Odiarles con convicciones firmes, con conocimiento de causa y ante todo con verdaderas motivaciones ideológicas, lo que nos exime de una vez y por todas de ser mercenarios.
Doctor Alberto Roteta Dorado.- Santa Cruz de Tenerife. España.- Martes 9 de abril 2024.- Las sabias palabras atribuidas al Buda sobre la idea de que el odio jamás cesará con el odio, sino con el amor, sin duda, encierran un profundo significado. Es cierto que un sentimiento maligno no podrá ser neutralizado con otro semejante, sino con su opuesto y si seguimos en la línea del Budismo, hemos de recordar que toda acción es capaz de generar una reacción, algo que es aplicable no solo en la filosofía y la religión; sino en la ciencia y en cualquier aspecto de nuestra vida práctica; pero que los seguidores del Príncipe Siddhartha limitaron un tanto a su doctrina y forma de vida y resumieron de modo magistral como Karma, la gran ley del equilibrio.
Estos postulados desde el punto de vista teórico son prefectos, pero en el orden práctico, al menos en nuestros duros tiempos, resultan demasiado utópicos. ¿Es posible permanecer inmutables ante las desmedidas acciones que los grupos extremistas terroristas llevan a cabo sobre seres indefensos? ¿Acaso podemos ser indiferentes ante los constantes ataques a la democracia, el desprecio hacia la oposición y los intentos de reducirnos a la nada por parte de los grupos criminales socialistas que nos penetran por doquier?
Al carajo con que el odio cesa con el amor. Los efectos devastadores que en el orden emocional se sufre cuando se ha tenido que vivir en una nación con un régimen totalitario hacen que aparezcan sentimientos de odio, odio hacia aquellos que se proclaman socialistas, comunistas, progresistas o de izquierda.
Se sabe que ellos también nos odian hasta la muerte, nos desprecian, quisieran vernos desaparecer de la faz de la tierra y como muy bien expresan los budistas: toda acción genera una reacción. Son sus malévolos pensamientos y criminales acciones las que despiertan en aquellos que no somos como ellos este tipo de sentimiento llamado odio.
Desde remotos tiempos, con base bíblica, se ha hecho mención a la llamada santa ira, algo diferente a la ira pecaminosa, la cual aparece en aquellos que, aún siendo cuasi santos, como resultado de un acto de reacción por la justicia de trabajar hacia aquellos que son oprimidos, algo que, si bien no crea en quien lo experimenta legitimidad vengativa, si esperan que se derrame la ira de Dios sobre los opresores.
Recientemente el diario oficialista cubano, Granma, publicó un nauseabundo artículo de Miguel Cruz Suárez. Dicho personaje, un ferviente comunista de estos tiempos, fue capaz de decir lo siguiente:
"En materia política y con respecto a Cuba, los odiadores modernos son de dos tipos: los del odio mercenario y los que odian sin motivo aparente. Aquellos que reciben sus monedas a cambio del rencor visceral que derraman contra el país en el que nacieron, tienen al menos esa bochornosa justificación monetaria, pero, ¿y los otros, los que no están en la nómina?"
Lo primero que hay que refutarle a este "progre" es el mal uso del término mercenario. Le recuerdo al señor Cruz que desde los antiguos tiempos de las guerras griegas y romanas se utilizaba el término para referirse a aquellos guerreros que combatían por determinada remuneración en un ejército extranjero. “El asesinato de las ideas de Platón”, del escritor e investigador Marcos Chicot, una excelente novela, leída y consultada hace un par de años, hace un frecuente y adecuado uso del término al contarnos sobre las invasiones y guerras de los antiguos griegos.
De acuerdo con el “Diccionario de la Lengua Española” el término mercenario es aplicable a un soldado o una tropa que "por estipendio sirve en la guerra a un poder extranjero". De manera que en ausencia de guerra el término se reduce prácticamente a la nada; independientemente de ser utilizado, no solo por los socialistas del régimen cubano, de manera incorrecta para referirse de modo despectivo a aquellos que se oponen a sus aberradas y caducas ideas.
El término se sobredimensionó por el delirante dictador Fidel Castro a partir de los sucesos de Playa Girón, en abril de1961. Fue capaz de llamar mercenarios a aquellos que intentaron valientemente detener la mal llamada revolución cubana. En lo adelante el calificativo se usó de modo despectivo no solo por el y sus seguidores cercanos; sino por las multitudes que ya comenzaban a ser adoctrinadas con las ideas comunistas.
Imagen debajo: Los diarios oficialistas de Cuba están controlados por el régimen castrista. Solo aparecen publicaciones destinadas a exaltar la supuesta “grandeza” de la revolución cubana, independientemente de seguir rindiendo un enfermizo culto a la personalidad del dictador Fidel Castro.
Lo segundo que hay que precisar con el autor de dicho escrito es que en las dictaduras, de manera particular en la de Cuba, se tiene el concepto de que aquellos que nos pronunciamos o actuamos en contra de los opresores del régimen recibimos una remuneración. Esta idea es completamente falsa en la mayoría de las ocasiones. Es cierto que hay instituciones, asociaciones, medios de comunicación, etc. que reciben, a modo de mantención para el trabajo, cierta paga mínima; pero al propio tiempo, hay muchas organizaciones y plataformas muy serias que trabajan de manera altruista por la libertad de la nación cubana y por el restablecimiento de los derechos elementales de los cubanos.
Respecto al "rencor visceral" contra el país en el que nacimos hay que corregir al señor Cruz, toda vez que no se trata de un rencor contra el país en el que nacimos; sino un rencor total, con sentimientos de odio y grandes deseos de venganza radical contra los opresores del régimen comunista de la isla, esta es la realidad. La célebre frase "prohibido olvidar" es aplicable en este sentido al contexto de la realidad cubana desde hace más de seis décadas.
¿Cómo olvidar a los responsables y ejecutores de los miles de hombres asesinados por el régimen castrista durante los terribles años iniciales del llamado proceso revolucionario de Cuba? ¿Cómo no odiar a aquellos que expropiaron de sus negocios y de sus hogares para imponer la absurda idea marxista de la nacionalización? ¿Merecen perdón aquellos que se encargaron de marginar a todo aquel que no simpatizara con sus doctrinas comunistas, que prohibieron la publicación de textos de destacadas y talentosas figuras del arte, la historia, la filosofía y la pedagogía cubana, o que obligaron a millones de seres a subordinarse a sus reglas y normas? Por esto, y por muchas más cosas que harían interminable este escrito es que actualmente existimos "odiadores modernos" como dice Cruz Suárez.
Pero el comunista que publica en el Granma no se conforma con la idea de los "odiadores" que supuestamente somos financiados por el eternamente presente enemigo fantasmal; sino que es capaz de cuestionarse acerca de otros que odian, o que odiamos, y que no estamos en la nómina de los pagados - pertenezco a este grupo porque no he recibido jamás un pago por los cientos de escritos analíticos que tengo publicados en varios medios de Estados Unidos, Suecia, Argentina y Cuba-. "¿Y los otros, los que no están en la nómina?", afirma Cruz Suárez en el diario oficialista Granma.
Los que no estamos en la nómina odiamos por el placer de contribuir mediante nuestro odio a la destrucción de cualquier régimen totalitarista. Cada uno de los que odiamos lo hacemos a nuestra forma y de la manera en que podamos hacerlo. Unos han escogido el humor, la sátira, el cuento costumbrista y a la vez metafórico e irónico, otros los llamados chismes de la vida personal de los políticos, otros hemos escogido el análisis político con fundamento teórico de cada idea que defendemos, otros la música, la pintura y la escultura, otros la edición y publicación ejemplar de lo que escribimos, otros la oración, la meditación y el ayuno.
Lo esencial es no callar, expresar nuestros sentimientos, aunque estos puedan parecer contradictorios y ofensivos para algunos, o que se apartan de la línea de la religiosidad que se supone profesamos. Las siguientes palabras del reconocido escritor español Juan Manuel de Prada son muy precisas en este sentido:
“Es cierto que a veces deslizo expresiones agrias en mis artículos; pero siempre van dirigidas contra iniquidades que claman al cielo, o contra los canallas que las conciben y ejecutan, por lo que mucho más escandaloso sería callar”.
Justo ahora, es conveniente retomar la conceptualización del término mercenario; pero ahora no con la acertada definición del “Diccionario de la Lengua Española”; sino con el concepto del “Diccionario panhispánico del español jurídico”, texto que define el término así: "soldado que lucha a cambio de dinero o de un favor y sin motivaciones ideológicas". Esta última parte nos exime de la posibilidad de ser mercenarios, suponiendo que nuestra labor fuera recompensada con un estímulo material determinado, toda vez que en el caso nuestro tenemos motivaciones ideológicas, es precisamente lo que más tenemos.
Nos mueve constantemente el hecho de tratar de desplazar las aberrantes y criminales ideologías de la izquierda radical y extremista por ideologías sustentadas en la plenitud de los derechos del hombre a pensar y actuar libremente.
Luego el "analista" del diario Granma se atreve a cuestionarse lo siguiente: “¿Crecieron en un país que los maltrató, los insultó, los torturó o les negó el derecho a ser personas dignas? ¿Por qué nació su desprecio terrible y su odio incurable hacia un Estado que no les negó jamás el derecho a ser profesionales, o a tener hijos vivos en un mundo de tantos niños muertos?”
Esto es el colmo de los efectos del adoctrinamiento, del estatismo mental inducido y del daño antropológico más severo. Bajo la dominación castrista todos los que teníamos una ideología diferente a la impuesta por parte del régimen fuimos maltratados, indeseados, marginados y llevados al ostracismo. Si se nos negó, y se les sigue negando a los que permanecen en la isla, el derecho a ser personas dignas, toda vez que un hombre que tiene que ocultar lo que piensa y lo que siente debe considerarse un ser indigno, independientemente de que no es posible llevar una vida digna en un país sin alimentos, medicinas, transporte, ropa, calzado, etc.
El Estado si niega el derecho a ser profesionales a los que no siguen la línea del comunismo trazada desde hace más de sesenta años por el dictador Fidel Castro. Recordemos que para ingresar a las universidades a cursar estudios superiores tenías que pasar por las interminables reuniones dirigidas por la Unión de Jóvenes Comunistas, UJC, de las que tenías que salir con un "satisfactorio" que te otorgaban después de los llamados procesos de críticas y autocríticas. De ahí surgieron las categorías de: ser combativo, poco poder de autocritica, debilidad de carácter, incumplidor, entre otras tantas cuestiones incomprensibles para los que no tuvieron que sufrir los devastadores efectos de un régimen comunista.
¿De qué derechos hablamos entonces señor Cruz Suárez y sus seguidores marxistas del diario Granma? ¿Podemos hacer otra cosa que no sea odiarles hasta la muerte?
Odiarles con convicciones firmes, con conocimiento de causa y ante todo con verdaderas motivaciones ideológicas, lo que nos exime de una vez y por todas de ser mercenarios.
albertorot65@gmail.com
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