'Economía de guerra': el mecanismo de tortura psicológica del régimen cubano Por Emilio Morales Diario de Cuba 12 de julio de 2024
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En realidad, Cuba ha vivido un estado de economía de guerra desde hace más de seis décadas atrás, no es algo repentino surgido a última hora.
El anuncio del Gobierno cubano de declararse en un estado de economía de guerra es el reconocimiento público del fracaso del modelo cubano. En realidad, el país ha vivido un estado de economía de guerra desde hace más de seis décadas atrás, no es algo repentino surgido a última hora. La economía de guerra es la esencia misma del sistema, es su base genética, es la matriz de control que implementó el dictador Fidel Castro desde el triunfo de la revolución en 1959 y que ha perdurado desde entonces hasta nuestros días. Era la forma más eficaz para lograr el control ciudadano. Muy sencillo: había que eliminar toda fuente de creación de riqueza en manos de los ciudadanos, apoderarse de ellas en su totalidad y buscar un culpable de la debacle económica que vendría después.
Para ello, desde un inicio lo confiscó todo, las grandes empresas privadas (nacionales y extranjeras), las que mayor peso tenían en la economía del país y las que más empleos generaban. Mas tarde, hizo los mismo con las empresas más pequeñas. De esta forma, todo quedaba bajo el control del Estado: empresas, mercado, precios, distribución, comercialización, importación y exportación. Por supuesto, las nacionalizaciones de estas empresas se hicieron a rajatabla, sin pagar un centavo a sus dueños y muchas de ellas a punta de pistola.
Esto generó desde un inicio el embargo del Gobierno de EEUU al Gobierno cubano. Fue la manera que el Gobierno de EEUU encontró para proteger a sus ciudadanos y sentar un precedente para que esta historia no se repitiera en otras partes del mundo. Ningún Gobierno podría sentirse tentado a expropiar propiedades y empresas a ciudadanos norteamericanos sin ser indemnizados, esta es la razón por la cual el embargo norteamericano al Gobierno cubano está aún vigente. Ese bárbaro acto de salvajismo quebró los principios de la ley bajo la cual se desarrolla el comercio internacional.
La economía de guerra solo trajo un resultado: el desastre
Hoy el macabro plan ejecutado por Fidel Castro desde el 1 de enero de 1959 tiene un gran resultado: la economía cubana es un desastre, sus industrias están en ruinas, sus bancos están quebrados, la empresa estatal está totalmente descapitalizada, la inversión extranjera es escasa —en los últimos cinco años ha sido prácticamente nula—, más del 80% de la población vive en la pobreza, el país prácticamente no exporta porque no produce. Las fuerzas productivas están amordazadas por el sistema, por un sistema legal que no permite la libre empresa y limita la generación de riquezas por parte de los ciudadanos. Hoy el país depende de las importaciones de productos y materias primas, pero no tiene el financiamiento para mantenerlas, pues ha perdido sus líneas de crédito por no pagar su deuda externa con los acreedores. Esto, sumado a la debacle de la producción agrícola ha derivado en una profunda escasez de productos que ha generado la peor crisis inflacionaria de la historia del país.
Como resultado de esta debacle se ha desencadenado una crisis multisistémica en el país sin precedentes en la historia, lo cual ha dado lugar al surgimiento de masivas protestas ciudadanas nunca vistas en más de 60 años de comunismo tropical, como las ocurridas el 11 de julio del 2021 (11J) y que dadas las circunstancias actuales pueden repetirse en cualquier momento, pues el país se ha convertido en un verdadero polvorín social, que puede estallar por cualquier circunstancia. Como parte de esta crisis se ha desatado la ola migratoria más grande en la historia del país, la cual ha resultado en la emigración de más de 850.000 cubanos solo a EEUU por diversas vías en los últimos tres años. Según un reciente estudio se han marchado del país 1,79 millones de personas entre 2022 y 2023.
Ante esta realidad el régimen cubano ha implementado una serie de medidas en el ámbito económico y político que lejos de aliviar la crisis la ha empeorado. En la parte económica podemos mencionar la Tarea de Ordenamiento Monetario, las tiendas MLC, el mercado cambiario y la implementación de la Ley de MIPYMES, por citar las más relevantes. Todas han resultado devastadoras. En el plano político la nueva Ley de Comunicación Social y la nueva Ley de Ciudadanía, ambas diseñadas para aplicar el terror en su máxima expresión a la ciudadanía, ante cualquier intento de crítica al Gobierno a través de las redes sociales, protestas públicas o cualquier forma de disenso o rebelión.
Puliendo el modelo de economía de guerra
Este proceso de economía de guerra que desde un principio fue diseñado y ejecutado por Fidel Castro ha tenido su proceso de reciclaje volviéndose más salvaje y tenebroso de la mano de su hermano Raúl cuando tomó oficialmente el poder en el 2008. En su proceso de pulir el modelo de economía de guerra, Raúl Castro saltó a una nueva fase de desfalco: apropiarse de los negocios y las industrias más rentables del Estado y ponerlas todos debajo de la estructura de GAESA, el monopolio familiar que controla el 95% de las finanzas del país y el 70% de los sectores más rentables de la economía cubana.
Para lograr esto, Raúl Castro creó los mecanismos legales para robar de forma masiva los principales activos y recursos financieros al propio Estado. Para ello, designó al fallecido Luis Alberto López Callejas al frente de esta misión. De esta forma Raúl Castro descapitalizaba totalmente a la empresa estatal socialista, y subordinaba el Gobierno burocrático al poder de GAESA. En esta cruzada se apoderaron de la corporación CIMEX, de la Zona Especial de Desarrollo Mariel (ZEDMM), del grupo Habaguanex, del grupo Palco, la mayoría de las acciones de ETECSA y del Banco Financiero Internacional (BFI) por solo citar los más importantes.
De esta forma, todos los jugosos negocios que no quedaban bajo la sombrilla de GAESA, quedaban atrapados en el BFI, el banco que controla alrededor del 95% de las operaciones comerciales de importación y exportación que se realizan en el país. Desde recibir los envíos de remesas hasta colectar la venta internacional de tabaco, níquel, plomo, zinc, y controlar el flujo de dinero que generan las operaciones turísticas, las telecomunicaciones y la exportación de servicios médicos por citar las de mayor volumen.
El tope a los precios y las ganancias a las MIPYMES, un sistema para proteger a GAESA
La última medida tomada por el régimen cubano para tratar de aliviar la crisis ha sido topar el precio de seis productos de alta demanda que se comercializan en las redes minoristas controladas por los trabajadores por cuenta propia y las MIPYMES, con el objetico de detener la inflación. Estos productos son el pollo troceado, aceite, las pastas, leche en polvo, detergente y salchichas. Para ello, se ha impuesto un límite de precio máximo para la venta minorista y un tope del 30% de ganancia para quienes lo comercializan.
Es de esperar que en esta primera fase el experimento con estos seis productos se haga extensivo en próximas fases a otros productos, hasta abarcar la totalidad que se comercializan por las MIPYMES y los TCP.
Sin embargo, este ajuste de precios no se aplica al esquema de precios que GAESA maneja en las redes minoristas que están bajo su sombrilla y que son las más extensas del país con más de 12.000 puntos de ventas en toda la Isla. GAESA seguirá teniendo un margen de ganancia mínimo del 240% en los precios de todos los productos que se comercializan en su red de tiendas. En la práctica tendrían un margen de ganancia 8 veces superior al de las MIPYMES y los TCP.
Una vez más Raúl Castro prioriza maximizar las ganancias del pulpo GAESA y congela la competencia que generan las MIPYMES y los TCP.
Conclusiones
Una vez más el régimen cubano se enreda en sus torpes estrategias. El anuncio de que van a una economía de guerra —cuando siempre lo han estado—, tiene un objetivo claro: culpar al embargo de los males que agobian a la economía cubana y tratar de influir en los estrategas que dictan la política de la Administración Biden hacia Cuba para que aflojen de alguna manera las sanciones hoy vigentes y el embargo.
La realidad actual es bien clara: el embargo tiene poco peso en la debacle de la economía cubana, pues en la práctica el país que supuestamente los bloquea es uno de sus principales suministradores, no solo de productos alimenticios, sino de capital financiero (remesas) que Cuba adquiere en el exterior. Por ejemplo, EEUU es el principal suministrador de pollo a la Isla. El 95% de las remesas que llegan a Cuba provienen de EEUU.
Es obvio que la debacle de la economía cubana y de la crisis multisistémica que azota al país es un problema netamente interno. La crisis inflacionaria que azota al país, más el resto de las crisis que se presentan en la economía interna: colapso del sistema de transporte, colapso de la matriz energética, colapso del abasto de agua, colapso del sistema de salud, la falta de alimentos y medicamentos, los problemas de la vivienda, de la baja producción agrícola, de escasez de productos alimenticios y de otros tipos, son responsabilidad única y exclusiva del régimen cubano. De su política de coacción al ciudadano, basado en el terror, al limitarle sus derechos de libertad política, económica, de asociación, de expresión y de movimiento.
La nueva estrategia de topar precios y el margen comercial de las MIPYMES no es más que un movimiento proteccionista dirigido a proteger los intereses de GAESA. No es una medida dirigida a contener la explosión inflacionaria.
La única forma de detener la explosión inflacionaria y todos los males que aquejan a la economía del país es salir de este sistema parásito y hegemónico bajo el cual la familia Castro lleva 65 años explotando a los cubanos y robándose las riquezas del país.
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