La voz en Suecia de los cubanos cívicos de intramuros y del exílio

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Cuba añeja. Por Rafaela Cruz. Diario de Cuba. 

Cuba añeja
Por Rafaela Cruz
Diario de Cuba
12 de junio de 2025

Una mujer vende café en La Habana. Diario de Cuba

País de viejos o país desierto, ese es futuro de esta isla con cada vez menos capital humano para sectores vitales como agricultura, industria o turismo, y cero modernización tecnológica.

De acuerdo con Adam Smith, "el bienestar de la nación depende de dos circunstancias distintas: primero, de la habilidad, destreza y juicio con que habitualmente se realiza el trabajo; y segundo, de la proporción entre el número de los que están empleados en un trabajo útil y los que no lo están".

Los efectos demográficos tardan tanto en expresarse que, inmersos en el candente análisis circunstancial, perdemos de vista la influencia profunda de la composición poblacional y lo que se deriva de sus características.

De entre las tendencias demográficas, el envejecimiento poblacional cubano es, por mucho, la más impactante, pues no solo incide en la actual crisis económica estructural y sistémica, sino que define la situación demográfica futura, y de esa manera, la evolución económica y política de este país… o los huesos que de él van quedando.

Más del 25% de los cubanos sobrepasa los 60 años, y se estima que durante la próxima década, siendo optimistas, casi uno de cada tres cubanos sobrepasará esa edad, lo que en Cuba, dada su primitiva estructura económica totalmente al margen de la revolución tecnológica, significa población de bajísima productividad que, en conjunto, sustraerá muchos más recursos de los que aportará.

Esta creciente, de hecho, ya la mayor cohorte poblacional del país, no solo será mayormente improductiva, sino que su progresivo deterioro natural, agudizado por décadas de mala alimentación y enfermedades mal medicadas, implicará crecientes costes de seguridad social. Así, o el gasto nacional en salud se dispara, o asistiremos —en realidad ya está pasando— a una contracción brutal de la esperanza de vida de los cubanos, de la cual, por supuesto, no seremos conscientes, pues dictadura y estadísticas fiables son como agua y aceite.

Por otra parte, tampoco hay esperanza de que un crecimiento poblacional natural amortigüe el creciente porcentaje de ancianos. La tasa de natalidad en 2024 fue la más baja de los últimos 65 años —¿por qué será?—; nacieron apenas 72.000 bebés mientras morían 128.000 personas.

Una tasa bruta de natalidad de 7,2 nacimientos por cada mil habitantes, con una tasa bruta de mortalidad de 12,9 defunciones por cada mil habitantes, son valores comúnmente encontrados en regiones con prolongados enfrentamientos bélicos, lo que confirma que en Cuba vivimos un conflicto entre fuerzas armadas al servicio de una élite extractivista y un pueblo rehén, desarmado primero de su propiedad privada y luego de sus ideas propias y dignidad.

País de viejos o país desierto es el futuro de esta Cuba con cada vez menos capital humano para sectores vitales como agricultura, industria o turismo, lo que podría compensarse con mayores tasas de innovación —automatización y organización empresarial— para compensar la productividad que se pierde con el deterioro físico y cognitivo, pero otro problema del envejecimiento poblacional es, precisamente, la declinación del número de innovaciones y emprendimientos, actividades asociadas a la toma de riesgos propia de edades más tempranas… no hay escapatoria.

Estamos en un círculo vicioso donde el progresivo envejecimiento degrada la economía, lo que a su vez provoca nuevas expulsiones de jóvenes —más emigración, menos natalidad—, resultando en una aceleración del envejecimiento y de la decadencia económica.

Esta debacle en espiral autopropulsada será más difícil de revertir cuanto más dure y, por lo visto, el castrismo pretende extenderla hasta reducirnos a polvo y cenizas, haciendo que cada día sea más difícil resurgir del infierno en el que sus "buenas" intenciones socialistas nos han hundido.

El envejecimiento poblacional, claro está, no es fenómeno exclusivo de Cuba, sino común a países de alto desarrollo humano. Pero a diferencia de aquellos que lograron su desarrollo de manera endógena —capitalismo, ahorro y trabajo duro—, Cuba alcanzó sus altos índices de desarrollo humano gracias a subsidios exteriores, pues su economía —socialismo, "resistencia" y robo generalizado— no habría sido capaz de sostener los servicios necesarios para alcanzar índices humanos tan elevados.

Ahora, los países que alcanzaron su desarrollo de manera autónoma enfrentan esta fase demográfica de su evolución con capital (recursos que producen renta en el tiempo) acumulado en forma de industrias, servicios, infraestructuras, redes comerciales; además de que sus ancianos, gracias a su propio trabajo, pudieron acopiar reservas como propietarios o accionistas, titulares de pensiones significativas o poseedores de bienes que generan renta, todo lo cual hace que una gran parte de esa población anciana no solo no sea dependiente, sino que siga siendo productiva.

Pero como Cuba, sin embargo, elevaba sus índices de desarrollo humano prostituyéndose políticamente, mientras malas decisiones internas destruían el capital que generaciones anteriores habían acumulado, una vez se perdieron los subsidios rusos y venezolanos, descubrimos que habíamos estado viviendo muy por encima de las posibilidades reales que el sistema castrista permitía, y los índices que en su momento se celebraron como logros, se vuelven hoy peligroso espejismo, raíz del grave y triste drama social que en formas de viejos encorvados bajo el peso de la miseria y la nostalgia recorre las calles de barrios decadentes.

Nuestros ancianos no tienen ni inversión ni ahorros, y sus pocas propiedades —carros chatarras y casas ruinas— se están devaluando a pasos agigantados. Tampoco pudieron, dadas las limitaciones a la libre empresa que padecieron, heredarle a las nuevas generaciones emprendimientos exitosos o empresas productivas, y tienen que conformarse con pensiones bochornosas en comparación con lo que a la Revolución muchos le dieron. Paradójicamente, son los que tuvieron el valor de emigrar quienes mantienen hoy a los que en estas tierras quedaron.

El correlato político de envejecimiento poblacional es el conservadurismo. El cambio se asocia a la juventud, al ímpetu, a quienes tienen tiempo de arriesgar y rectificar. No es casualidad que las revoluciones de colores que no hace mucho derrocaron varias dictaduras se produjesen en algunos de los países con más juventud del mundo.

Los adultos mayores suelen preferir malo conocido que bueno por conocer, no son combustible para impulsar transformaciones políticas o sociales. Solo veamos cómo en esta Cuba, mientras el hambre, las carencias de medicina, las dificultades de transporte, es decir, la indigencia generalizada que por su propia naturaleza azota con más saña a la generación que sobrepasa los 60, ha provocado poca reacción social, mientras que el paquetazo de ETECSA, que afecta mucho más a los jóvenes, ha sido activamente contestado desde las universidades donde estos se concentran.

Lo más probable, sin embargo, es que una vez que el castrismo ceda la cantidad de megas que aplaque la ira juvenil, el país vuelva a la paz de cementerio que reina en esta isla pellejuda, desgastada, sin más energía que la necesaria para humillantemente pedir remesas, o escapar a donde se pueda.