Cuatro años del 11J: El régimen de Cuba ha perdido la batalla por el control de la mentalidad ciudadana. Por José Luis Reyes. Diario de Cuba.
Cuatro años del 11J: 'El régimen de Cuba ha perdido la batalla por el control de la mentalidad ciudadana'
Por José Luis Reyes
Diario de Cuba
11 de julio de 2025
Por José Luis Reyes
Diario de Cuba
11 de julio de 2025

'Cada día más y más personas pasan de la indiferencia a la participación activista, y del lado del régimen, más y más transitan de la militancia a la deserción'.
El aniversario de las masivas protestas populares del 11 y 12 de julio de 2021 permite hablar, más que de un hecho histórico, que lo es, de un proceso inacabado, en desarrollo, que ha transformado tanto la actitud cívica como la mentalidad de los cubanos.
A cuatro años de esos hechos, DIARIO DE CUBA indagó con tres expertos cubanos sobre la marca duradera de las protestas sobre la psiquis de los habitantes de la Isla, así como en torno a la evidente mutación de la relación entre la ciudadanía y las autoridades.
La ubicuidad de la protesta
Omar López Montenegro, activista fundador del Movimiento Pro Derechos Humanos en Cuba y actual director de programas del Centro Latinoamericano para la No Violencia (CELANV), considera que "la postura social ante el régimen y las autoridades por parte de la población definitivamente ha mutado".
"Más que una postura, yo hablaría de un carácter social de la población cubana, que ha pasado de la aceptación pasiva de la injusticia o la violación de sus derechos, a una práctica sistemática de la acción noviolenta como respuesta a los mismos. El carácter social, según Erich Fromm, es el conjunto de actitudes compartidas y aceptadas por la mayoría de las personas dentro de una sociedad específica, ya sea por conveniencia, miedo, indiferencia, o la percepción de que no hay nada que se pueda hacer".
"Esto cambió en Cuba a partir del 11J. Se rompió el mito de que no se podía protestar, y mucho menos en grandes números de personas. La protesta es ahora la tendencia. A partir de 2021, han sucedido cientos de mini 11J en todas partes del país, ya sea en una calle, barrio, localidad o hasta ciudades completas", señala.
Para López Montenegro, la Acción Estratégica Noviolenta se impone en la sociedad cubana por razones de sentido común y experiencia histórica, "puesto que así fueron derrotados todos los regímenes comunistas, y resulta además la manera más efectiva de conducir conflictos internos. Esto es un conjunto de tácticas y estrategias para que un grupo oprimido enfrente a un grupo opresor, cualesquiera que estos puedan ser. El 11J cimentó el uso de esta vía dentro de Cuba, con resultados concretos que van desde el restablecimiento temporal del servicio eléctrico a comunidades que protestan, hasta la 'ocupación cívica' temporal de algunas ciudades, como en casos posteriores en Caimanera y otras localidades, donde por espacio de varias horas los representantes del régimen se replegaron y la gente tomó el control no solo de las calles, sino de sus propias vidas".
José Manuel González Rubines, codirector del Laboratorio de Pensamiento Cívico CubaXCuba, investigador político y periodista, coincide con López Montenegro y advierte que después del 11J "es muy difícil una semana en la que no haya habido una protesta, algunas pequeñitas y otras más grandes. Lo cual te está dando una imagen exacta del país".
"Por un lado, ello se explica porque las condiciones de vida han empeorado de forma considerable, pero por otro, también ha sido exponencial el aumento de la represión. Esto te demuestra que cuando no se pueden satisfacer las necesidades básicas de una población, cuando no existe además ningún tipo de mecanismo democrático (cuando digo mecanismo democrático no estoy diciendo ya ni siquiera elecciones, estoy hablando de algo más simple, como tener un lugar a donde tú puedas ir y que te escuchen), cuando tú no ves una estrategia de Gobierno clara... todos estos factores son los que demuestran que realmente ha habido un cambio de percepción hacia el régimen, y sobre todo un cambio de percepción de la ciudadanía hacia sí misma, porque ya no se percibe tanto como un sujeto pasivo que espera sentado a que pasen cosas", enfatiza.
Subraya González Rubines que "hay un cambio de percepción de la gente hacia el régimen, pero también de la gente hacia sí misma, en tanto los ciudadanos se han empezado a percibir como tales, como personas que tienen cosas que reclamarle al régimen. Durante muchos años, uno de los pilares de la propaganda del régimen fue el agradecimiento; o sea, 'no vayas a protestar, porque lo que tienes que hacer es agradecer que la Revolución te ha dado tal y cual cosa'. Ya la gente no se come ese caramelo envenenado".
En la misma dirección, el historiador y líder opositor Manuel Cuesta Morúa usa un término que ilustra esa autoconciencia ganada de los cubanos: "Cuba como sociedad ya se ha autodemocratizado. Estamos todavía tratando de salir de un Estado totalitario, que por fuerza mayor se ha convertido en un Estado autocrático, precisamente debido a que la ciudadanía ha cambiado muchísimo", dice.
"Un rasgo que lo muestra con mucha nitidez es que las personas sienten respeto por la opinión ajena. Ya no hay monolitismo ni hegemonía revolucionaria dentro de la sociedad cubana. Segundo, ese nuevo brote de diversidad y pluralidad la gente lo ve con naturalidad también. Y un tercer punto fundamental es que la gente está tratando de buscar solución a sus necesidades fundamentales, y su relación con el Estado va en esa dirección. O sea, si el Estado me resuelve las necesidades, bienvenido; si no lo hace, es el adversario", apunta.
Cuesta Morúa recuerda que son varias las generaciones de cubanos formadas "en el encantamiento revolucionario, en la idea de que, independientemente de nuestras necesidades, ahí están la Revolución, el Partido Comunista, la utopía, para alimentarme como ser humano, y eso era suficiente. Eso terminó, y ahora hay una relación de intereses entre los ciudadanos y el Estado".
"Luego, las demandas de libertad y derechos humanos se han instalado, no competen solo a los activistas, ya son una cuestión de pueblo. Mañana puede desaparecer todo el movimiento cívico, que la gente entiende que la libertad es clave. Otro elemento tiene que ver con la generación digital, la juventud que siente y vive la libertad a través de ese medio, la libertad de conexión, de estar abierto al mundo, de conocer, contactar, mirar la diversidad de informaciones. Esa generación tiene otra visión del Estado y la sociedad. Y finalmente, hay como una especie de revolución pequeña en los sectores tradicionales, que hasta ayer eran espacios controlados y 'tranquilos': dígase las iglesias, los masones, los estudiantes", señala.
La protesta como acumulación de fuerzas: ¿una salida para la crisis cubana?
González Rubines afirma que uno de los factores centrales para la universalización de la protesta en Cuba es la ausencia de "mecanismos institucionales para exigir al régimen. En algún momento existió una especie de mecanismo no reconocido, que era cuando se publicaba en los medios, aunque fueran los alternativos, o muchas veces solo en Facebook, algo tan simple como un caso de corrupción menor, y al tiempo el régimen actuaba sobre aquellos casos. Ya eso no existe".
"En Cuba la corrupción se denuncia todos los días, a todos los niveles, y ya el régimen no actúa, porque la corrupción es generalizada y al régimen ni siquiera le interesa mantener su imagen. Además, la corrupción es un mecanismo de control, es lo que hace que ciertas capas funcionariales estén controladas y sean fieles al régimen a partir de un mensaje sencillo: 'yo sé que estás robando, yo sé que te estás enriqueciendo, pórtate bien y te dejaré seguir haciéndolo'. La absoluta precariedad en la que vive la gente lleva a que la corrupción sea una cosa muy común, porque cuando mezclas precariedad con un sistema de control completamente deficiente y con un país en abierto colapso, ser corrupto es muy sencillo".
"Entonces tenemos un pueblo absolutamente indefenso, que ve como cada día —y no estoy siendo exagerado— su nivel de vida se depaupera más, y tiene que intentar sobrevivir. ¿Cuál es el único elemento que le queda? Pues protestar, irse o morirse. Y en cuanto a irse, emigrar, ahora en ello se inserta una nueva dificultad con la política de Trump respecto a los migrantes. Lo que fue un gran aliado del Gobierno, que es que la gente se pudiera ir, ya no lo es. Esto no solo actúa en nivel práctico, sino también a nivel psicológico, porque había mucha gente que quizás no tenía el boleto en la mano, pero decía: 'yo me voy a portar bien, porque si me meten preso no me voy a poder ir'", reflexiona.
López Montenegro cree que el rosario de miniestallidos sociales en Cuba podría confluir en el futuro en un proyecto más sólido: "La ecuación se presenta hoy en día de la siguiente manera: si protesto obtengo resultados, aunque sean momentáneos o temporales; por lo tanto, cuando regresa el hartazgo, regresa la protesta. Esta es una dinámica insostenible para el régimen en estos momentos, y de hecho, algunos de estos movimientos han empezado de forma empírica a adquirir formas definidas, como es el caso de las madres okupa, que se instalan en edificios gubernamentales, las que reclaman atención para sus hijos con enfermedades congénitas, las que rechazan enviar a sus hijos al Servicio Militar, etcétera. Cuando todos estos reclamos confluyan en una agenda común, y se comience a pensar cómo articularlos de forma estratégica, tendremos un movimiento nacional pro cambio democrático".
Cuesta Morúa es más cauto al respecto: "Las opciones que tenemos como sociedad no son muchas para exigir cambios. La presión cívica, pacífica, de sectores de la sociedad para exigir cambios, no siempre satisfechos en la medida en que se piden, pero al menos en la dirección de hacerle saber al Estado que no puede seguir imponiendo su agenda e intereses impunemente, es un camino que está abierto. No es un cambio hacia el Estado democrático que queremos todos, pero sí presiona al régimen a conceder de algún modo parte de las demandas. Es una vía eficaz, que me parece sostenible".
"Una segunda vía abierta, pero no suficientemente explorada, por lo menos en los últimos años, es la del uso de los espacios legales para hacer propuestas, más que para protestar. Es más lento, necesita una construcción más sostenible y sobre todo viable, pero nos parece que es sostenible para la sociedad cubana a la hora de plantear demandas al régimen. No veo, por lo pronto, que el estallido social se convierta en algo que en otros países ha tenido efecto como cambio de régimen. En Cuba han ocurrido estallidos que no han podido convertirse en una rebelión popular para el cambio, porque estamos ante un Estado fuertemente autocrático y decidido a reprimir con fuerza cualquier manifestación de protesta que se vaya fuera de su control. Si bien los estallidos sociales son síntomas importantes del divorcio entre la sociedad y el Gobierno, no los veo yo como una vía posible para exigir determinados cambios, a diferencia de la presión social de sectores, de la ciudadanía y el uso de los espacios legales para presentar propuestas sólidas y estructurales de cambios, ya sean de carácter social, económico y también políticos", señala.
Las opciones del régimen cubano
"El margen de maniobra del régimen es cada vez más reducido", advierte López Montenegro. "La única opción posible para contener esta 'nueva ola' de activismo es brindar solución permanente a las demandas populares, algo que no puede hacer por su naturaleza dictatorial, su ineficiencia congénita y, sobre todo, por su visión del poder centrada en la represión violenta".
"Es más que obvio que la represión no ha podido eliminar el desarrollo de este nuevo carácter social en la población, de hecho, lo que ha conseguido es más bien estimularlo. Cada día más y más personas pasan de la zona de indiferencia a la zona de participación activista, y del lado del régimen, más y más transitan de la zona de militancia a la zona de deserción. Los campos están cada vez más delimitados, el régimen ha perdido la batalla del control de la mentalidad ciudadana. La desobediencia civil es la nueva Revolución en Cuba", enfatiza.
Cuesta Morúa también coincide en que la represión es el único margen de maniobra que queda a las autoridades cubanas. "Lo otro es el silencio político a determinadas demandas; es decir, la manipulación o el intento de acallar determinadas demandas con el silencio político, para que el tiempo diluya la importancia y el impacto de la demanda. También está la cooptación de determinados sectores. Siempre pienso en cuál fue la respuesta del Gobierno cubano, por ejemplo, al proyecto de Ley de Cine de los cineastas independientes, que sirve de modelo para otras demandas que se puedan presentar en la sociedad".
Pero hay una hipótesis que el historiador apunta: "Si la presión es lo suficientemente articulada, profunda, sólida y, sobre todo, si se sostiene como propuesta viable... creo que el régimen estaría buscando adaptarse a esa demanda. Esta no se ha producido en los últimos tiempos, pero me estoy imaginando que la respuesta va a ser necesariamente la de adaptarse o verse obligado a reformular, ya sea una política, ya sea una ley, ya sea un artículo constitucional. Creo que ese es el camino que tiene el Gobierno cubano, o las opciones que tiene frente a las demandas sociales".
"Ahora, frente a la protesta, desafortunadamente la respuesta es la represión, aún cuando la protesta está protegida y garantizada por la ley y por la Constitución. Recordemos siempre que este tipo de régimen simula, hace todos los simulacros legales y constitucionales que sean necesarios para enviar una imagen de cambio, de reforma y de modernización, pero al mismo tiempo no tiene ni cultura jurídica, ni cultura constitucional, ni cultura legal para respaldar, para proteger y sobre todo para respetar lo que su ordenamiento constitucional legal y jurídico establece, incluso para la protesta social. Lo vemos en Nicaragua, lo vemos en Venezuela, lo vemos en Bielorrusia y lo estamos viendo en Cuba. El desafío a través del estallido, independientemente de que sea constitucionalmente protegido y garantizado, siempre tiene la respuesta de la represión y así ha actuado el Gobierno cubano. Es por eso que insistiría en que los caminos viables pasan, más que por la protesta, por la propuesta", señala.
González Rubines coincide con sus colegas sobre la preeminencia de la represión sobre otras respuestas: "Si nos ponemos a mirar, es lo único que le queda. Es un régimen que está pensado desde un inicio para tener un sistema que no va a ser funcional nunca. Y no puede ser funcional porque, en primera, es incapaz de generar su propia riqueza, pero también es incapaz de generar los suficientes incentivos para que otros generen riqueza".
No obstante, advierte, "se les está yendo de las manos el tema de la represión. Sin ir más lejos, miremos cómo la represión y cómo el asesinato de una persona que está bajo custodia policial ya no es, digamos, privilegio exclusivo de los opositores políticos. El muchacho al que mataron en el DTI de Matanzas el otro día no tenía nada que ver con la política. Era una persona que se dedicaba a negociar, como hace gran parte del país, con cosas ilegales. Se lo llevaron y se pasaron con él, lo mataron y lo tiraron en los riscos de la costa".
"Creo que al régimen no le queda mucho, porque la manera de revertir esta situación sería poder resolver la situación económica que existe hoy, que es lo que genera descontento en una parte importante de la población. Porque, no seamos demasiado ilusos, a la gente mañana le disminuyen los apagones, empieza a haber comida, el transporte mejora un poquito y los hospitales vuelven a estar mínimamente decentes, y yo te garantizo que el estado de ingobernabilidad actual se reduce a mínimos. Una parte importante de la gente que ha salido a protestar lo hizo por su propio bienestar", apunta.
"Eso no es que la gente sea mala, eso es que la propaganda trabaja para eso, para atomizar a las personas. Y lo ha logrado. Además, no son tres ni cuatro años, estamos hablando de 70 años de propaganda, y generaciones enteras formadas solo en ese régimen. ¿Qué posibilidades reales hay de que el régimen logre mayor bienestar para la gente? No veo ninguna. Porque la única manera de hacerlo sería volviendo a tener lo que ha tenido siempre: un país pilar, como fue la Unión Soviética, el campo socialista, y después Venezuela. Eso no existe y no creo que vaya a existir".
"¿Cuál será la evolución? La situación irá a peor en todos los sentidos. Creo que en algún momento no demasiado lejano estaremos a las puertas de una transición, que probablemente inicie con ellos mismos, con los sectores más reformistas dentro del régimen, que están ahí y se ven. Ahora, hacia dónde irá esa transición y hasta dónde será capaz de llegar y de transformar ese sistema... eso habría que verlo, pensarlo y actuar en consecuencia", finaliza.