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Siete razones para oponerse a la reelección presidencial. Los Castro llevan décadas reeligiéndose con un obsceno 98% de apoyo, lo que solo demuestra la enorme violencia que se ejerce contra esa indefensa población. Por Carlos Alberto Montaner.

Siete razones para oponerse a la reelección presidencial. Por Carlos Alberto Montaner.  web/folder.asp?folderID=136


Siete razones para oponerse a la reelección presidencial.

Es casi seguro que Rafael Correa intente reelegirse como presidente de Ecuador. Sostiene la supersticiosa fantasía de que es imprescindible.

Los Castro llevan décadas reeligiéndose con un obsceno 98% de apoyo, lo que solo demuestra la enorme violencia que se ejerce contra esa indefensa población.

Rafael Correa casi seguramente intente reelegirse como presidente de Ecuador. Sostiene la supersticiosa fantasía de que es imprescindible. Es uno de los síntomas del narcisismo. Mientras más tiempo pase en Carondelet más sufrirá su imagen. Es inevitable. Ésa es una mala idea.

Pero peor fue la de Daniel Ortega en Nicaragua, quien manipuló la Constitución y el Parlamento hasta hacer posible la reelección perpetua. Seguramente imitaba al venezolano Hugo Chávez, quien en 1998 juraba que solo ocuparía el poder durante un periodo, pero cambió la reglas y se casó con Miraflores hasta que la muerte lo alejó de la poltrona, 14 años más tarde.

La reelección trae más inconvenientes que ventajas, aunque la ejerzan buenos gobernantes como el brasilero Fernando Henrique Cardoso o el costarricense Oscar Arias, dos políticos democráticos que también modificaron las normas. El primero para mantenerse en el poder y el segundo para regresar a la casa de gobierno.

La reelección ni siquiera es aconsejable en periodos alternos, como hoy sucede con Michelle Bachelet y ocurrió en el pasado con Alan García, pese a su segunda magnífica presidencia. Tampoco es útil en Estados Unidos, con sus dos gobiernos consecutivos. No tiene mucho sentido mandar pensando y actuando en función de las próximas elecciones.

Hay varias razones para desaconsejar esa práctica en los sistemas presidencialistas. Se me ocurren, al menos, siete importantes:

Si no hay reelección, ¿cuál es el periodo ideal? A mi juicio, la fórmula mexicana es la más indicada. Seis años y adiós muy buenas. Se podrá argumentar que el PRI, que gobernó 70 años con más pena que gloria, no es el mejor ejemplo, pues sustituyó al caudillo por el partido, reiterando casi todos los defectos señalados, pero probablemente hubiera sido peor un gobernante que diez, como sucedió durante los 35 años que previamente mandó Porfirio Díaz. Por eso en 1910 Francisco Madero inició la Revolución enarbolando una sabia consigna: "Sufragio efectivo y no reelección".

En todo caso, hay un vínculo muy estrecho entre los valores que existen en la sociedad y el resultado de la obra de gobierno. Los políticos no surgen en el vacío. Son parte de la misma tribu de donde salen los ingenieros, los curas, los soldados o los vendedores de corbatas. No son peores. Si los países escandinavos son los mejor gobernados del planeta, no es por las cuestiones formales sino por las virtudes que prevalecen en esas sociedades.

Tal vez el complemento ideal para esos gobiernos presidencialistas de un solo periodo, es la recuperación de una institución jurídica excelente, proveniente de la tradición romana: el Juicio de Residencia. De manera automática, sin que mediara acusación formal, todo gobernante saliente debía someterse a una gran auditoría pública de la que podían derivarse consecuencias penales. Si había mandado bien, se le honraba. Si había violado la ley, se le castigaba.

Tras pasar por el Juicio de Residencia muy pocos querían volver al poder. Incluso los buenos. Estupendo.

 
[DDC]

 

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